La Crisis Mundial de Vivienda

Asentamiento informal en Guatemala

 

La crisis mundial de vivienda

es un problema complejo y multifacético que afecta a millones de personas en todo el mundo. En esencia, la crisis de vivienda es causada por una grave escasez de viviendas de un precio que la gente puede pagar y ubicadas donde la gente quiere vivir.

Uno de los principales impulsores de la crisis de vivienda es la rápida urbanización mundial, que ha llevado a una creciente demanda de vivienda en ciudades y pueblos de todo el mundo. A medida que las personas acuden en masa a los centros urbanos en busca de empleo, educación y mejores niveles de vida, la demanda de vivienda ha superado con creces la oferta, lo que ha provocado un aumento vertiginoso de los alquileres y una escasez de opciones de vivienda asequible.

Las ciudades del mundo se han comprometido a ser inclusivas; sin embargo, las viviendas urbanas asequibles y adecuadas se han vuelto casi imposibles de encontrar para los hogares de ingresos bajos y medios. A medida que la asequibilidad de la vivienda alcanza mínimos históricos, los hogares más pobres están siendo excluidos de los vecindarios urbanos del centro de la ciudad debido a la gentrificación.

Las regulaciones burocráticas complican aún más las cosas y hacen que sea difícil y costoso iniciar nuevos proyectos de vivienda urbana de cualquier tipo. El resultado es que, si bien los nuevos desarrollos de viviendas de lujo prosperan, los proyectos de desarrollo de viviendas de nivel básico constituyen una parte cada vez más pequeña de la construcción de viviendas nuevas.

Además de estos factores, la crisis de vivienda también está impulsada por la falta de inversión en infraestructura y servicios de vivienda. Muchos países carecen de infraestructura básica como agua corriente, saneamiento y electricidad, lo que dificulta que las personas accedan a viviendas seguras y protegidas. Esto es especialmente cierto en los países en desarrollo, donde los gobiernos a menudo carecen de los recursos para invertir en infraestructura y servicios de vivienda.

Es bueno hacer ver que mientras que la mayoría de la población habitaba en áreas rurales, proveerles de infraestructura básica era muy difícil - el costo por vivienda era y sigue siendo muy alto. Sin embargo, gracias a la urbanización, y a la mayor densidad habitacional que esta conlleva, hoy resulta menos costoso por hogar y más fácil llevar servicios básicos a una comunidad o barrio.

Es importante reconocer que la densidad es la clave.

La crisis de vivienda tiene consecuencias sociales y económicas de largo alcance. La falta de vivienda es un problema creciente en muchos países, con millones de personas viviendo en en viviendas inadecuadas en asentamientos informales. Esto tiene un impacto devastador en la salud y el bienestar de las personas y las familias, así como en la comunidad en general.

Muy importante: esas viviendas inadecuadas son muy susceptibles a desastres naturales.

La crisis de vivienda también tiene implicaciones económicas gracias a los altos costos de alquileres (relativo al ingreso mensual del núcleo familiar). La norma generalmente aceptada es que un hogar no debería gastar más de 30% de su ingreso bruto en vivienda. Sin embargo, la escasez ha hecho que muchos hogares terminen pagando más de 50%.

Esto limita la capacidad de las personas para ahorrar para el futuro, invertir en educación y otras oportunidades. Incluso, en muchos casos, el alto costo de la vivienda reduce la capacidad de un hogar para alimentarse adecuadamente. Así se hace más difícil el acceso a la ciudad y a un buen empleo, lo que puede perpetuar la pobreza y la desigualdad. Aquellos que no pueden pagar por una vivienda a menudo no pueden acceder a los recursos y oportunidades necesarias para mejorar su situación económica.

Para abordar la crisis de la vivienda, los gobiernos centrales, las ciudades y sus municipalidades y las organizaciones internacionales deben adoptar un enfoque integral, abordando las causas fundamentales del problema e invirtiendo en el desarrollo de nuevas políticas públicas que generen suelo urbano adecuado para vivienda. Algunos de los programas más efectivos, como los de Colombia, incluyen incentivos fiscales para atraer grandes sumas de inversión privada para el desarrollo de vivienda urbana asequible.

En muchos países las asociaciones público-privadas han sido muy efectivas para generar una oferta de vivienda urbana de bajo precio. Otras iniciativas exitosas incluyen políticas que fomentan el desarrollo de viviendas asequibles en ubicaciones céntricas, para compra y para alquiler, así como programas de subsidios para familias de bajos ingresos.

Paralelo a estos esfuerzos, también se requiere fuerte inversión en infraestructura y servicios que la vivienda va a necesitar como acceso a agua y saneamiento. Es importante entender que cuando se desarrolla vivienda de lujo, el precio de esta puede cubrir los costos de proveer el agua y saneamiento, sin embargo, para vivienda de bajo precio, es indispensable que lo provea la ciudad.

Debemos reflexionar que, más que un problema, la crisis de vivienda debe ser vista como una oportunidad económica y social.

Una que mejora el bienestar y salud de la población, que crece el patrimonio neto de sus ciudadanos, que genera mucho empleo y que mueve la economía. Los países que cuentan con los mejores programas de acceso a vivienda han logrado crecer su industria de construcción de vivienda a más de 10% del PIB. En triste contraste, el promedio del triángulo norte de Centro América, es de menos de 3.0%.

En última instancia, la crisis de la vivienda es un desafío global que requiere una acción colectiva y un compromiso para encontrar soluciones sostenibles y equitativas. Al trabajar juntos para abordar este problema apremiante, podemos ayudar a garantizar que todas las personas tengan acceso a viviendas seguras y asequibles, y crear un mundo más justo y equitativo para todos.